Si esta enfermedad progresa, puede dañar los huesos, ligamentos y tendones, provocando deformidades irreversibles que conllevan a el debilitamiento y una reducción de la movilidad, lo cual podría causarnos un grado de discapacidad o dificultad para realizar algunas tareas de nuestra vida cotidiana.
Aparecen pequeñas nodulaciones (nódulos reumatoides) secundarias a la enfermedad en cualquier parte del cuerpo, pero predominan en sitios donde existe presión, como en los codos, rodillas y nuca.
Estos no son dolorosos y son de consistencia dura, pero pueden tener complicaciones se llegan a infectarse.
Si la enfermedad no recibe tratamiento, puede comprometer otros órganos, como los ojos, los pulmones, el corazón o, incluso, originar una inflamación de los vasos sanguíneos pequeños (vasculitis reumatoide) que podría dañar casi cualquier órgano.
En los huesos es probable que aparezca osteoporosis, una enfermedad que provoca disminución de la cantidad de minerales en estos y, en consecuencia, una perdida de la fuerza, lo que los vuelve quebradizos y susceptibles de fracturas.
La inflamación o deformación de las articulaciones puede producir en el sistema nervioso una disminución de la sensibilidad o dolor, debido a la compresión de los nervios. En menor frecuencia puede producir daños en los riñones, hígado, crecimiento del bazo, anemia, fiebre y diminución de las células de defensa del cuerpo.
Los dos primeros años de la evolución de la enfermedad son claves.
Fuente: Libro "Preguntas frecuentes en Artritis Reumatoide".
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